miércoles, 5 de noviembre de 2014

LA FLOR DE CRISANTEMO (LEYENDA DEL ORIGEN DEL REIKI)


Autor: Arnaldo Quispe

Esta es la historia de un señor japonés llamado Mikao, buen esposo, buen
padre y buen trabajador, quién en sus ratos libres se dedicaba a meditar y
orar como buen budista, siempre le pasaba por la cabeza el hecho de
encontrar la manera de sanar a los enfermos de un modo simple y natural,
por ello, admiraba mucho la historia de Jesús, del Buda y de otros
sanadores de la antigüedad, se preguntaba por ejemplo cuál era el misterio
de curar con las manos y como era obvio, dónde estaba el secreto.
El señor Mikao buscó por mucho tiempo diferentes formas de curar a los
demás de modo natural, probó diferentes métodos y técnicas –incluso no
orientales-, no contento con todo ello realizó largas peregrinaciones hacia
santuarios muy distantes y maestros del conocimiento de alejadas regiones.
Cuando creyó que su búsqueda era en vano y pensando en darse por
vencido algo muy extraordinario ocurrió. Pues una noche –de regreso a
Japón- soñó que caminaba en un hermoso prado lleno de pastos frescos y
verdes, en su sendero una flor de crisantemo amarilla salió a su encuentro,
al acercar sus manos a la delicada flor con el fin de cogerla observó algo
curioso, era como si la flor le hablase y le pidiese no ser arrancada,
acto cambio la actitud del señor Mikao, quién arrepentido se arrodilló en
señal de sumisión, la flor al verlo postrado le dijo que oliera su aroma y
sintiera el profundo lenguaje de las flores y de la naturaleza infinita.
Con el permiso de la flor, el señor Mikao conoció la bondad de la madre
tierra mediante el aroma y desde ese momento comprendíó que en los actos
simples de la vida estaba el secreto de conectarse con la energía entera del
cósmos. Así mismo, descubrió mediante la flor de crisantemo que todo
cuanto existe vive y posee energía inteligente, la sola energía potencial
capaz de penetrar los últimos rincones de la humanidad más distante. La
experiencia con la flor le reveló que todo cuanto existe se encuentra
interrelacionado como una red de telaraña y que la energía cósmica –
siempre viva y disponible- se podía redirigir con el poder del pensamiento,
la palabra, el silencio, la meditación y el respeto hacia el prójimo.
Cuando el señor Mikao despertó de su sueño creyó muy inspirado tener la
llave que lo conduciría a canalizar la energía de la madre naturaleza por
medio de sus manos, eso le permitiría redirigirla hacia todo objetivo
necesario. Practico y practico hasta comprender por completo las
dimensiones de la enseñanza recibida. Entrenó día y noche con sus propias
manos, con su propio cuerpo y por mucho tiempo. En adelante cada
experiencia sería enriquecedora e innovadora y de a poco se convencería
de estar dando forma a un método natural de sanación, con el solo hecho
de aproximar las manos en diversas posiciones alrededor del cuerpo. De
eso se trataba –concluyó- de canalizar la energía del universo hacia un
objetivo más individual y concreto e ideó poner –por primera vez- el
nombre de Reiki a su genial descubrimiento.
Esa temporada el señor Mikao –muy entusiasmado- se retiró en ayuno a
una montaña a fin de agradecer a la sabia naturaleza por el don del cual
había sido objeto. En contacto directo con la montaña –y esta vez
despierto- tuvo la impresión que todo cuanto le rodeaba se organizaba de
energía celestial emergiendo a sus ojos puntitos de luz muy blanca y
brillante. Fue así como en actitud de humildad, silencio y trance alcanzó la
visión de la luz, un don que le permitiría ver desde su interior el camino de
las energías sutiles, no visibles a los ojos comunes. Rodeado de un mar de
energía Mikao entró en la más profunda conexión con el cósmos
alcanzando la iluminación y el entendimiento final de los misterios de la
propia vida. A su regreso de la montaña, para entrar en la vida cotidiana el
señor Mikao se dijo a sí mismo que había llegado la hora de trabajar
mucho a fin de enseñar todo cuanto había descubierto. Era el nacimiento
del sendero del Reiki.

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